Usar nuestras manos para hacer un vino es una sensación indescriptible, somos personas amantes del néctar, como lo llamaron los primeros poetas griegos, y evidentemente de su cultura y todo lo que rodea a este apasionante mundo.
El círculo del vino atrapa a quien se deja llevar por él y no se resiste, y los que entran, se conocen o hacen por donde, es ley de pasiones. Así fue, poco a poco, primero conocidos, luego coincidencias en concursos, en paneles de cata y en un entorno cada vez más cerrado y enfocado a converger. Ya hace muchos años, una tarde noche de vinos por Valdepeñas, ambos coincidieron se saludaron y se dijeron… “estamos destinados a hacer algo juntos” y ahí se quedó, pero no en saco roto, si no en reposo y crianza durante años, hasta que su pasión e inquietudes por aprender, por formarse, por experimentar y vivir el vino lo más cerca posible han hecho posible comenzar a cruzar mimbres con un fin común, elaborar en equipo, con la verdadera pasión que le profesan, e involucran también a sus respectivas parejas, ya que conocen de ellas, su amor a éste mundo.